En conjunto con la arquitecta Claudia Casabonne, el proyecto de esta casa se desarrolló en un lote de forma trapezoidal en esquina de mil doscientos metros cuadrados en San Isidro, Lima.
El tamaño del terreno permitió proponer volúmenes que estén despegados de los lineros para así lograr vistas con fondo de naturaleza en trescientos sesenta grados.
El punto de partida del proyecto fue crear un volumen escultórico al que llegar desde una rampa ubicada en el ingreso. Al mismo tiempo, la presencia de un colegio en una de las calles adyacentes dio la pauta para crear un volumen en forma de L dando la espalda al ruido del mismo y demarcando el espacio para el jardín interior.
El volumen del primer piso ha sido acabado en mármol travertino de cantera local ranurado, mientras que el segundo ha sido enchapado en madera natural de manera envolvente en todo el volumen, con un juego de texturas y llenos y vacíos que le dan riqueza a la percepción.
El techo de la terraza está formado por el piso del segundo nivel. El cuarto de juegos de los niños, revestido en piedra, tiene vistas al jardín trasero para mayor privacidad y libertad. Todos los dormitorios tienen vistas al jardín, creando un universo propio.